El presidente se mostró tímido sobre si debatiría con su rival republicano. Pero si hubiera tenido éxito, habría sido el primer presidente desde Richard Nixon en 1972 en saltarse por completo el proceso de debate.
Ante las repetidas preguntas sobre su edad y su aptitud para permanecer en el poder por otros cuatro años, la medida para evitar confrontaciones presidenciales habría corrido el riesgo de convencer al público en general de que no estaba a la altura de la tarea.
De hecho, pudo fijar los términos de la discusión de una manera que podría resultarle ventajosa. Ambos eventos serán presentados por CNN y ABC News, no por Fox News, evitando así un moderador del debate claramente de derecha.
El debate de junio se llevará a cabo en los estudios de CNN en Atlanta sin audiencia en vivo, lo que también puede ser mejor para el presidente, cuyas multitudes fueron menos entusiastas que las del ex presidente. También garantiza que Biden no sea interrumpido por manifestantes pro palestinos, lo que ha sido una preocupación en la campaña electoral durante sus recientes apariciones públicas.
Hay varias formas en las que la fecha temprana del primer debate (celebrado, en ruptura con la tradición, antes de las convenciones de nominación del partido en verano) también podría ayudar a Biden.
Primero, le dará a su equipo una oportunidad temprana de enmarcar las elecciones como una elección binaria entre Trump y Biden. Los asesores de Biden han sostenido durante mucho tiempo que a medida que el público se vuelva más consciente de la posibilidad de otra presidencia de Trump, el apoyo al demócrata se fortalecerá.
En segundo lugar, el debate de junio le da a Biden más tiempo para recuperarse si su desempeño es deficiente. Los presidentes actuales –desde Ronald Reagan hasta Barack Obama– tienen una historia de primeros debates desiguales. Si Biden sigue esta tendencia, tendrá meses antes de recuperarse, incluido un discurso que seguramente estará cuidadosamente redactado en la convención demócrata.
Por supuesto, el plan también entraña riesgos. Si permanece hasta finales de octubre, no habrá debates de alto perfil, con audiencias de decenas de millones, para cambiar las cosas. También existe la posibilidad de que esté teniendo dificultades, lo que podría hacer que reconsidere su decisión de participar. Si tropieza gravemente en junio, podría reforzar la opinión del público de que no está a la altura de la tarea hasta el punto de que ningún discurso en la convención ni campañas publicitarias multimillonarias puedan cambiar.
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